martes, 3 de mayo de 2022

100 Años de Bruguera

 

Editorial: Ediciones B
Año: 2010
Autor: Antoni Guiral
Archivos: 1
Tamaño: 65.8 Mb. (Cbr), 121 Mb. (PDF)
Formato: Cbr

Bruguera fue la mayor editora de cómics de España en los años sesenta y setenta y el negocio de los tebeos se fue adaptando a las necesidades del mercado: si a fines de los cuarenta y principios de los cincuenta se publicaban revistas de bajo coste con pocas páginas, al mejorar las condiciones económicas aumentó el número de páginas, mejoró el papel y se incorporó el color. Desde los sesenta se incrementó el abanico de publicaciones y de personajes que reflejaron los cambios de la época y empezaron a editarse álbumes de los personajes más populares. La editorial poseía imprenta propia y una articulada red de distribución, por lo que eclipsó a la competencia.
Las publicaciones de Bruguera no eran de gran calidad material, si se comparan por ejemplo con los álbumes editados por esos mismos años en Francia. Les cabe sin embargo el mérito de haber divulgado la literatura popular entre los sectores más desfavorecidos de la sociedad, siendo escasa la retribución que daba a sus dibujantes y guionistas, desfavorecidos además por contratos humillantes y leoninos que usurpaban la propiedad intelectual de sus creaciones e imponían frenéticos ritmos de trabajo en menosprecio de la calidad general resultante, de forma que era norma habitual que entre la editorial y sus trabajadores hubiese pleitos costosos e interminables.
En el campo de la historieta, el papel desempeñado por la editorial Bruguera en la posguerra española fue fundamental. Aunque tienen un lugar destacado en la historia del cómic español los cuadernos de aventuras editados por Bruguera, como El Cachorro, de Juan García Iranzo, o El Capitán Trueno, de Víctor Mora y Ambrós, los mayores esfuerzos de sus dibujantes se centraron en los semanarios humorísticos, entre los que destacan Pulgarcito, Tío Vivo y El DDT.
En estas publicaciones se desarrolló un amplio repertorio de personajes, como Don Pío (1947) de Peñarroya, El repórter Tribulete (1947) de Cifré, Doña Urraca (1948) de Jorge, Zipi y Zape (1948) de Escobar, El loco Carioco (1949) de Conti, La familia Cebolleta (1951) de Vázquez, El doctor Cataplasma (1953) de Martz Schmidt, El caco Bonifacio (1957) de Enrich, Mortadelo y Filemón (1958) de Ibáñez, Rigoberto Picaporte (1959) de Segura, Agamenón (1961) de Nené Estivill o Aspirino y Colodión (1966) de Alfons Figueras. Dirigidos por Rafael González Martínez, estos dibujantes lograron configurar un estilo fácilmente reconocible, a medio camino entre el entretenimiento infantil y el costumbrismo satírico. Terenci Moix acuñó la expresión "escuela Bruguera" para referirse a la producción de historieta humorística de la editorial.
A principios de los ochenta, libros como Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez y Los gozos y las sombras de Gonzalo Torrente Ballester fueron grandes best-sellers, alcanzando la editorial una facturación aproximada de 10 000 millones de pesetas en 1981. A pesar de ello, Bruguera, junto a su distribuidora Libresa, presentó la suspensión de pagos en un juzgado de Barcelona la tarde del 7 de junio de 1982, justificada por los siguientes motivos, según su director Jorge Gubern y otras fuentes:
-La rescisión del contrato con la empresa editora de Interviú.
-La devaluación del peso mexicano en un 78%.
-La prohibición de salida de divisas de Argentina.
-El encarecimiento de sus créditos internacionales por la devaluación de la peseta respecto al dólar.​
Después de que OITEBSA (Organización Interior de Trabajadores de Editorial Bruguera) hubiera ganado las elecciones sindicales de la empresa el 12 de junio de 1982, 1056 de sus 1207 trabajadores se asociaron para salvarla. Mientras tanto, algunos de sus autores se sumaron a otras revistas como Jauja (1982). Esto no impidió a Bruguera adquirir y reformar el TBO en 1983 y dar luz verde a Superlópez, ¡Más madera! o Monstruos & Co en años posteriores. Pero en 1985 Francisco Ibáñez abandonó la editorial Bruguera, y logró que un tribunal, mediante un recurso de amparo, prohibiera a Bruguera publicar o republicar las historietas de Mortadelo y Filemón, cortando así la principal fuente de ingresos de la empresa. Esto resultó en el golpe de gracia para Bruguera. En 1986, y a pesar de los intentos de compra del editor uruguayo Leo Antúnez fue adquirida por el Grupo ZETA, quien la transformó en Ediciones B. Tras este proceso, la única filial que se mantuvo fue Editorial Bruguera Mexicana S.A. de C.V., dirigida por Pedro López López desde 1981, y quien años antes lideró Círculo de Lectores, compañía filial del grupo mediático alemán, Bertelsmann. Bruguera Mexicana hasta la fecha circula su fondo en el mercado latinoamericano y estadounidense, enfocado principalmente en el género literario vaquero (o “Western”), cuyo más prolífico autor para habla hispana fue sin lugar a dudas, Marcial Lafuente Estefanía.

Este ejemplar "100 Años de Editorial Bruguera, de El Gato Negro a Ediciones B", escrito por Antoni Guiral y publicado por Ediciones B en 2010, nos narra la historia de la editorial y nos muestra los cientos de publicaciones que alcanzó a editar en un siglo de existencia. Comenzando como el Gato Negro, su primera revista periódica fue Pulgarcito, que junto a Maravillas y Rarezas del Universo daban iniciaban una de las grandes aventuras editoriales de nivel mundial. Se incluye formato Cbr y formato Pdf.

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