Fue un encuentro de caminos musicales, culturales y espirituales, un punto de iluminación que a veces se descubre con la ayuda de una brújula medicinal, otras veces a través de la literatura mística de Kesey, Huxley y Ginsberg. El punto de llegada fue a mediados de los sesenta, y una vez que la generación más joven finalmente convergió, hubo una explosión de energía, color, creatividad y sonido. Ésta no era una generación que se identificaría con un estilo musical distintivo moldeado para su consumo por una vieja guardia dominada por los clichés. Estos jóvenes flautistas usarían sus estados alterados de percepción y el tamborileo de la revolución y crearían una banda sonora que reflejara viajes individuales en contraposición a un viaje monolítico.
"Siempre que tenga dudas, apague su mente, relájese, flote río abajo"
Con una actitud de "el cielo es el límite", no había techo para las variaciones musicales exploradas ni la intensidad con la que serían explotadas. Los practicantes del pop puro usarían el género para examinar un impulso alucinante ocasional, mientras que otros se enfocarían exclusivamente en viajes mentales de la longitud del álbum que expanden la mente. El popurrí de estilos mezclado con el nuevo sonido "encendido" hizo del pop-psych un subgénero fascinante plagado de destellos de folk, electrónica, sunshine pop, raga, soul y rock.
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